El hilo rojo by Ann Hood

El hilo rojo by Ann Hood

autor:Ann Hood [Hood, Ann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Didáctico, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


9

Maya

Maya soñó con Italia, un país que nunca había visitado. Caía del monte Vesubio hasta la centelleante bahía de Nápoles. Caía dando tumbos por escalones de piedra, laderas escarpadas, balcones de hotel. Pero por la mañana, lo que hizo fue caminar con paso firme por Wickenden Street hasta su oficina. Preparó una cafetera. Abrió las persianas y dejó que entrara el sol de septiembre. Cuando el café estuvo listo —demasiado fuerte y casi amargo, tal como a ella le gustaba— Maya tomó asiento frente al ordenador y echó un vistazo a su bandeja de entrada.

Cuando vio su nombre, todos su sueños, los sueños en los que caía desde alturas vertiginosas e imparables, le sobrevinieron con tanta intensidad que aún estando sentada tuvo una sensación de vértigo repentino. Si borraba aquel correo electrónico podría volver a la seguridad del silencio que había mantenido durante aquellos años. ¿Qué iba a conseguir leyendo aquel correo de su ex marido, salvo abrir viejas heridas?

Era ella la que lo había buscado a él, cierto. Él vivía su vida alegremente con una nueva esposa, una nueva hija. Sólo el hecho de pensarlo hizo que Maya tuviera que agarrarse con fuerza al borde de la mesa. Era el rostro de su hija el que se le aparecía al pensarlo. El rostro de la hija de ambos.

Maya cerró los ojos con fuerza sujetándose a la mesa, pero la sensación de caída no cesaba.

Oyó que llegaba Samantha, que la puerta de entrada se cerraba de golpe. Esa mujer no sabía cerrar una puerta. La soltaba, así, sin más, y siempre daba unos fuertes portazos. Sonó el teléfono y la voz de Samantha llenó la oficina. Cuando Maya abrió los ojos, las luces del teléfono destellaban. Había gente al otro lado de la línea. Gente que dejaba mensajes. Todos ellos querían bebés.

Un correo electrónico de Jack apareció inesperadamente en la bandeja de entrada. Maya lo abrió.

«Sólo quería saber cómo estás», decía. «Pienso en ti.»

Debajo del de Jack había un correo electrónico de Nell Walker-Adams con el asunto: ¡POR FAVOR, COMPRUEBE NUESTRO LUGAR EN LA COLA!

—¡Tú marido va a dejarte para irse a navegar por el mundo! —le gritó Maya al ordenador.

Inspiró profundamente. Siguió moviendo el ratón por la pantalla, dejó atrás el mensaje de Nell WalkerAdams y todos los relacionados con el proceso de adopción hasta que llegó al de Adam.

Maya soltó aire y abrió el mensaje.

Sus ojos escudriñaron la pantalla, pero no pudo comprenderlo todo. Adam se había sorprendido al tener noticias suyas. Su esposa se llamaba Carly. Tenían un bebé.

«¿Estás buscando que te perdone?», escribió Adam al final. «¿No es tarde ya para eso?»

Perdón.

A Maya no se le había ocurrido pensar en eso. ¿Cómo iba él a perdonarle lo imperdonable?

Maya había matado a su hija. A su hermosa hijita. Lo había abandonado sin mirar atrás. Maya no tenía ni idea de cómo Adam había pasado de aquel porche bajo la lluvia de Honolulu a una nueva familia, a la bahía de Nápoles, a una vida.

«¿Perdón? —tecleó Maya—. No, no estoy buscando eso.



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